Ojo mestizo

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Investigador de Historia dentro del INAH. Improvisador de música y de vida.

Friday, January 25, 2008

El concepto "Historia Colonial" en América y su repercusión historiográfica.

Debate teórico *

Actualmente se discute sobre si es usual y necesario referirse como Colonia a la historia entre los siglos XVI y XIX. Esta problemática concierne en primer lugar a quienes escribimos historia de Hispanoamérica. Por ser término comúnmente aceptado sin preguntar su validez, ya es tiempo de pensar si tiene vigencia en la historiografía.

La idea es continuar el debate que la historiadora Annick Lempérière abre con estas preguntas:

¿No será acaso oportuno cuestionar el uso que solemos hacer, nosotros los historiadores latinoamericanistas, de estos términos para calificar y describir sin discriminación cualquier dato, cualquier fenómeno histórico ocurrido en América durante el periodo anterior a la independencia? ¿El recurso al concepto de colonia y a la categoría "colonial" (¿"colonia" es un concepto?, ¿"colonial" una categoría descriptiva, analítica, axiológica?) no será un tanto acrítico y maquinal, tendencioso y reificado? (Lempérière, 2004: 107)

A continuación los argumentos: Los conceptos tienen carga histórica. El uso ambiguo e indiscriminado de ellos deja mucho por desear al quehacer científico. Emplear "Historia colonial" es muestra de estancamiento frente a métodos innovadores y distantes del discurso oficialista. Encerrar fenómenos, sucesos y coyunturas acaecidos antes del régimen español y preindependentista, es decir tres siglos, es irresponsable.

"Historia colonial" de América Latina, desde hace muchas décadas, no remite a otra cosa que al periodo de estudio que abarca los siglos anteriores de la independencia: "la época colonial" y, corolariamente, a una subparte de la materia académica "Historia de América Latina". [...] "Colonial" es una señal de identidad específica para los historiadores que estudian los siglos XVI a XVIII. [...] Al estudiar la sociedad, los sistemas de trabajo, la economía, la fiscalidad entre el siglo XVI y el XIX, la mayoría de los historiadores sienten la necesidad de añadir el calificativo "colonial" a cualquier descripción. Se habla del "régimen colonial", pero, ¿qué quiere decir "colonial" en este caso? ¿Qué sentido añade el análisis del sistema político, si de eso se trata? Si significa que las instituciones son distintas de la península, ¿"colonial" es suficiente para calificarlas? "Explotación colonial", fórmula de moda en la época de Chanunu y de la preponderancia de la historia económica, remite al sistema económico global: alude a la extracción de bienes primarios y a la explotación del trabajo indígena o de la esclavitud negra, al mercantilismo y al comercio exclusivo con la metrópoli. (Op. cit: 108)

Es decir, el investigador de procesos históricos ajenos al ámbito de la historia política de cierto virreinato procura introducirse en el discurso de "historia colonial" cuando no es necesario hacerlo, pero la costumbre no le permite cuestionarse si es o no adecuado, como bien dice la historiadora. Pero hay más:

Asimismo, "colonial" sirvió, durante décadas, para calificar a todas las producciones artísticas de los dominios ultramarinos hasta el siglo XIX (el famoso "arte colonial"). En nuestros días, "colonial" se aplica tanto a las cuestiones de "género" como a las relaciones entre los "grupos étnicos" o a la "religiosidad" propia de la misma época. [...], estamos frente a un uso que va más allá de la neutral identificación de un grupo de aficionados a un periodo y a un territorio. Lleva consigo un sistema de valoraciones, las más de las veces peyorativas. (Op.cit: 109)

Si comparamos la historia de América Latina con Norteamérica en estos terrenos "coloniales" apreciamos fuertes distancias, acontecimientos específicos que ubican las relaciones jurídicas en cuanto al forjamiento de identidades. Así, las ex trece colonias en su independencia nunca renegaron de su pasado, instituciones, religión; es decir, de la tradición política, jurídica y religiosa británica y mucho menos del sistema socioeconómico esclavista a como sucedió en México (dentro del proceso de liberación de 1800) como en otros virreinatos latinoamericanos, donde se rechazó el pasado y la herencia española, inventando una "ascendencia imaginaria", identificándose con el discurso indígena para evitar violencias trascendentales. En el debate científico, se criticó "lo negativo y nefasto de la colonización" porque cobró una significación única: territorio extranjero sometido a dominación política casi exclusivamente dirigida hacia la explotación económica llevada a cabo por capitalistas metropolitanos en provecho de la potencia económica y militar del Estado-nación. La misión modernizante fue máscara ideológica con ciertos avances en servicios sanitarios y educativos instrumentados.[1]

Esta conceptualización contrarrestaba con la siguiente:

"Colonizar era, ante todo, poblar: una migración y una fundación que no implicaba la dominación de un pueblo sobre otro, sino la toma de posesión de un territorio. Fruto de una serie de conquistas en contra de pueblos organizados, los territorios hispanoamericanos fueron llamados "reinos", "provincias", "dominios" por los soberanos españoles, quienes los integraron dentro del patrimonio de la corona castellana. "Colonia", en el mundo hispánico, se aplicaba a las posesiones y poblaciones extranjeras (francesas, inglesas, portuguesas, etc.) en América: Colonia de Sacramento, por ejemplo. Sin embargo, según el abate Raynal o Williams Robertson, las Indias españolas eran sin lugar a dudas "colonias", por una parte en el sentido poblacional territorial y por otra, en el nuevo sentido, económico, de la palabra colonia. (Op. cit: 114)

Otra cita más:

Arendt, en efecto, distingue de manera esclarecedora los antiguos imperios del moderno imperialismo, interpretando a éste como uno de los síntomas de la crisis del Estado-nación. No menciona una sola vez, por lo demás, el caso de los imperios español, portugués o francés de los siglos XVI a XVIII. Al subrayar "la contradicción interna entre el cuerpo político de la nación y la conquista considerada como un medio político", deja muy claro el hecho de que el imperialismo moderno, el de los siglos XIX y XX, no desembocó en la construcción de verdaderos imperios políticos, sino "en la expansión en calidad de meta política permanente y suprema", o sea "un concepto enteramente nuevo en los anales del pensamiento y de la acción política". [...], no de una meta política, sino de motivos y objetivos enteramente ubicados en la esfera económica y mercantil. [...] (y) conduce a los colonizados a la toma de conciencia de su identidad nacional con su séquito de guerras de liberación. Los únicos procesos de conquista y colonización que, llevados a cabo por Estados-naciones en el siglo XIX, no dieron lugar a la fundación de imperios mercantiles sino a la integración jurídica, dentro del Estado, de territorios y poblaciones, fueron los que emprendieron los gobiernos argentino y chileno, casi simultáneamente, en contra de los "indios bravos" que vivían más allá de las fronteras heredadas del imperio español. (Op cit: 117)

Si nos enfocamos al aspecto jurídico las indias no eran colonias, al incorporar los territorios descubiertos a la corona española en reinos, sólo fue una transformación de forma administrativa, pero muy superficial en el ejercimiento de leyes equitativas de integración de la población tanto indígena como española. Así, los reinos se construyeron bajo formas corporativas a la edad media.

Para hablar en términos más sociológicos de tal proceso, se habla de "aculturación" (Nathan Wachtel) y "colonización de lo imaginario" (Serge Grunzinski), tomando en cuenta que no fueron identidades "puras e "inmutables", sino procesos que nunca acaban, cambios de identidades individuales y colectivas. Quienes forjaron este proceso fueron todos los grupos sociales de finales de la época española (siglo XVIII) quienes se reconocieron dentro del orden jurídico, político y cultural en los tres siglos cambiantes. Reforzamos estas ideas con la opinión de la historiadora:

Los territorios hispanoamericanos bajo la dominación española no constituían de ninguna manera espacios homogéneos desde el punto de vista político, jurídico y poblacional, económico, militar y religioso. Existían "centros" y periferias" y, además, el proceso de colonización no paró en el siglo XVI. No todas las poblaciones indígenas –incluso dentro del ecumene hispánico– fueron sometidas de manera simultánea y bajo modalidades idénticas. Tampoco todas fueron incluidas de manera igualmente intensa y voluntarista dentro del orden jurídico-cristiano-político de la monarquía española. No sólo existían fronteras de colonización y de guerra con los indios bravos, sino también abundaban los islotes y arcipiélagos (sic) desprovistos de las señales de la “policía” y de la civilización” dentro de los “reinos”. Así que seguía formándose –y el fenómeno, obviamente, continuó más allá de la independencia; véase, entre otros ejemplos, el de las guerras yaquis en el México porfiriano– “sociedades coloniales”, mientras los demás espacios po-blados desde antes ya se habían transformado en “sociedades de Antiguo Régimen. [...], mientras en 1570 los establecimientos indianos eran más colonias que reinos, después de 1770 eran más reinos que colonias”. (Op. cit: 23)

Vamos a analizar la propuesta de Gurzinski sobre “colonización de lo imaginario” y en qué sentido refuerza la discusión.

Desde que Cristóbal Colón pisó las playas del Nuevo Mundo, se planteó la cuestión de las imágenes. Sin tardanza, los recién llegados se interrogaron sobre la naturaleza de las que poseían los indígenas. Muy pronto, la imagen constituyó un instrumento de referencia, y luego de aculturación y de dominio, cuando la Iglesia resolvió cristianizar a los indios desde la Florida hasta la Tierra del Fuego. La colonización europea apresó al continente en una trampa de imágenes que no dejó de ampliarse, desplegarse y modificarse al ritmo de los estilos, de las políticas, de las reacciones y oposiciones encontradas. (Gruzinski, 2003: 12-13)

En este sentido, las imágenes dieron pie a erigir un sistema político-económico que en Nueva España y Nueva Galicia (nuestra región histórica más próxima) tenía por meta el expansionismo y explotación de recursos naturales.

Por tal motivo se considera necesario el cuestionamiento conceptual de “Colonia” si analizaremos temas culturales o sociales sin estar enfocados a estudios de legislación y sobre todo en materia política explícita.

Bibliografía:

Lempérière Annick, El paradigma colonial en la historiografía latinoamericanista, dentro de Istor. Revista de Historia Internacional, año v, número 19, invierno de 2004, Jean Meyer Director, CIDE, México. P. 107-128.

Gruzinski Serge, La guerra de las imágenes, De Cristóbal Colón a “Blade Runner” (1492-2019), Fondo de Cultura Económica, Cuarta reimpresión 2003, Trad Juan José Utrilla, 2004. México.



* Lic. en Historia Guillermo García Mar. Centro INAH-Nayarit guillermo79inah@gmail.com

[1] Esta idea puede consultarse en las paginas 111 y 112 .